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Fabelo: Entre el espanto y la ternura

Fabelo: Entre el espanto y la ternura

Ciro Bianchi Ross

 

Roberto Fabelo vive y pinta entre el espanto y la ternura. Son las señales que le envía la vida desde rincones sombríos y luminosos. En las paredes de uno de los baños de la casa de  su amigo el cantautor Pablo Milanés ha dibujado en secreto muchos ángeles y demonios. Reconoce tener una relación clarísima con Goya, en especial con sus pinturas negras, y también con la cubana Antonia Eiriz que legó en su arte y en su labor docente una visión muy cuestionadora de la vida. Se le pregunta con frecuencia si esos seres extraños y deformes que salen de sus manos lo dejan dormir tranquilo. Consigue un sueño plácido, en efecto, porque dibujar  es para él una forma de drenar y no es precisamente de los sueños de donde emergen sus personajes, sino de  una realidad que metamorfosea, modifica, interpreta, entrecruza con experiencias y vivencias. Si dibuja a un gordo no es para burlarse de su gordura. El gordo de su dibujo es una metáfora que le permite aludir a los excesos. Su crítica es siempre metafórica, de ironías sutiles. Es un mirón. Observa a su alrededor y dibuja siempre. Y en busca de las verdades del hombre  plasma en su obra una visión respetuosa, pero también divertida, de todo y de todos, de nuestra idiosincrasia, del desbordamiento y exageración de nuestras vidas, nuestras ilusiones, nuestras fantasías. No siempre logra Fabelo explicarse todo lo que dibuja y por qué lo hace. Por eso, mientras más pinta y  dibuja, menos habla.

            José Roberto Fabelo Pérez nació en Guáimaro, localidad de la provincia de Camagüey, en la porción oriental de la Isla, el 28 de enero de 1950. Ve la fecha de su natalicio como una feliz coincidencia. Un día como ese (de 1853)  nació José Martí, Apóstol de la Independencia de Cuba, y eso lo vinculó de manera muy particular a lo martiano, sin contar que sus padres le inculcaron la decencia, el respeto y la solidaridad por los demás. “Todo eso influyó en mi formación”, reconoce y recuerda que desde niño le gustó pintar. Dibujaba en todas partes, las paredes, los pizarrones, las aceras y la gente se reunía para ver lo que hacía. Al mismo tiempo transformaba en animalitos cuanto material caía en sus manos, la arcilla, la cera de los panales de miel, la madera. Asevera: “De ahí nace mi interés por modelar”.

            Afirma que nunca ha dejado de ser niño. Cree que esa condición, que insiste en proteger y mantener incólume, se palpa en su obra “juguetona” gracias a elementos muy obvios y a veces subyacentes, o en las ideas y recurrencias. 

Ya en La Habana,  Fabelo  realizó estudios de Pintura en la Escuela Nacional de Arte y en 1981 se graduó en el Instituto Superior de Arte. Hoy su obra forma parte de los fondos de importantes museos nacionales y extranjeros y su pintura ha sido muy bien cotizada en subastas internacionales, como la de Sotherby’s. Aun así tiene la sensación de que todavía está empezando.

            Se define como un hombre cauteloso que a veces se arriesga demasiado y pone toda la energía posible en sus ataques de audacia. Pinta o dibuja sobre cualquier superficie y es capaz de transformar en obra de arte el objeto más inverosímil. Los 58 años vividos le parecen solo un instante en el que sin embargo pasaron millones de cosas, buenas y malas, como la muerte de su padre y de  uno de sus hijos. Tiene otros dos y una mujer a la que define como “una energía de mil soles”.  La familia le permite volcarse en su trabajo artístico y compensa pérdidas o carencias ya irremediables. Ha cambiado 25 veces de casa y su plato preferido es la crema de calabaza que elabora según una receta personal. Gusta de los boleros y se le ha visto cantándolos a dúo con el español Joaquín Sabina por la Quinta Avenida de La Habana.

           

           

           

           

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