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El déspota en fuga

El déspota en fuga

Ciro Bianchi Ross

 

Sin ley, autoridad ni orden La Habana ardía el 12 de agosto de 1933 mientras que el dictador Gerardo Machado, que había renunciado a la Presidencia de la República el día antes, aguardaba, en su finca Nenita, la hora de la fuga, y su sustituto, el general Alberto Herrera, antes de esconderse en el Hotel Nacional, designaba secretario de Estado a Carlos Manuel de Céspedes, hijo del Padre de la Patria, a fin de allanarle el camino hacia la Presidencia. La multitud arrasaba las viviendas de los machadistas y ajusticiaba o ponía presos a los que encontraba a su paso. Había gritos de muerte, incendios, disparos… En medio de ese aquelarre, Céspedes, el hombre de la embajada norteamericana, la rueda de repuesto del carro de la injerencia, que había sido ministro y embajador de Machado, se empeñaba en que el Congreso lo proclamara Presidente. Pero ¿a qué congresistas convocar a esa hora en la que ellos también se escondían como ratas? Al fin, cuatro senadores y siete representantes a la Cámara lograron darse cita en el Hotel Nacional y asumiéndose con la mayoría suficiente reformaron a la carrera la Ley Orgánica del Poder Ejecutivo y proclamaron a Céspedes antes de volver a sus escondites respectivos. A las 12 horas,  veintiuna salvas de artillería saludaban, desde la fortaleza de la Cabaña, al nuevo mandatario que juraría su cargo, sin embargo, al día siguiente en un Palacio Presidencial que no ocultaba los estragos que ocasionó en su interior la “visita” que el pueblo le había hecho.

            Cuba tenía un nuevo presidente, que lo sería solo por veinte y tres días, pero aún Machado estaba en el país. A las 3:20 de la tarde del propio día 12, el dictador, en su automóvil, un Lincoln  blindado, llegaba al aeropuerto de Rancho Boyeros. Lo acompañaban funcionarios del régimen depuesto y el brigadier Antonio Ainciart, jefe de la Policía, todos bajo la protección de la escolta presidencial al mando de un capitán apodado Colinche, a las órdenes de Machado desde los días de la Guerra de Independencia (1895-98). Pero no todos pudieron abordar el avión de seis plazas que Benjamín Sumner Welles, embajador de Estados Unidos en La Habana, dispuso para la fuga, un Sikorski N. M., anfibio, de color negro, perteneciente a la Pan American Airways y con tripulación norteamericana.  Con el déspota subieron a la pequeña aeronave el ex alcalde de La Habana Pepito Izquierdo, los ex secretarios de despacho Octavio Averhoff, de Hacienda, y Eugenio Molinet, de Agricultura, y los capitanes Vila y Crespo Moreno, un asesino que se pegó como una lapa al dictador. Cuando el avión alzó vuelo con destino a Nassau quedaron en la pista Carlos Miguel de Céspedes, ex secretario de Educación, el brigadier Ainciart, el guardaespaldas Colinche y, entre otros parlamentarios, el senador Wifredo Fernández, aquel que en un acto supremo de adulonería dijo una vez a Machado: “Gerardo, ha comenzado tu milenio”.

ESCALA EN ANDROS

No parece que el viaje a Nassau obedeciera a una determinación de última hora. Machado se había asegurado del trato que le dispensarían las autoridades coloniales británicas en las Bahamas. Lo cierto es que una representación de estas aguardó su arribo en la noche del 12 de agosto, pero el ex presidente llegó a Nassau el 13, lo que quiere decir que las cinco horas previstas para el vuelo desde La Habana se convirtieron en 15.

 En el alud informativo que provocó en Cuba la caída de la dictadura poco espacio hubo en la prensa nacional de entonces para los detalles de la fuga. Los pormenores los ofreció el diario Daily Tribune, de Nassau. A causa de la oscuridad y de una pequeña avería, el avión tuvo que amarizar sobre las siete de la tarde cerca de Nicholls Town, en la isla de Andros, donde los fugitivos pasaron la noche sin salir de la aeronave anfibia. Al día siguiente, a las 5:30, reparado el desperfecto, el aparato cobró altura y poco después amarizó en la base de la Pan American, en Nassau. La llegada, infrecuente a esa hora, provocó la sorpresa de funcionarios y empleados de la aerolínea, y llamó su atención porque el avión no se acercaba al punto de desembarque. Un inspector de Aduanas y el médico del puerto se dirigieron entonces hasta el anfibio y regresaron en compañía de Crespo Moreno, que se identificó como el secretario privado del ex presidente de Cuba y pidió que se abreviaran los trámites para llevar a tierra a los pasajeros del Sikorski, solicitó dos automóviles para moverse hacia un hotel y explicó que todos necesitaban ropas presentables.

Aunque nada dice al respecto la información del Daily Tribune, imagina el autor de esta página que la noche incierta pasada en el mar, encerrados en un avión, debió haber provocado abundantes y reiteradas aguas menores y mayores en los fugitivos. Viajaron sin equipaje, y la Aduna les retuvo los cinco revólveres que portaban. Los capitanes Vila y Crespo manipularon ocho saquitos de lona, pesaditos. En ellos iba la fortuna de Machado, en oro. La depositarían en un banco local. Muchos años después todavía se decía en esa ciudad: Nunca hubo tanto oro en Nassau como cuando vino Machado.

El dictador se instaló en la suite 119 del hotel Royal Victoria y pidió protección policial. Ordenó té y whisky y se acostó a dormir. Luego del descanso, hizo declaraciones a la prensa y ensalzó en ellas su obra de gobierno. Al día siguiente recibió al cónsul de Cuba en Bahamas y le dijo una de esas frases que los mandatarios en desgracia quieren hacer pasar de contrabando a la historia: “Ya no soy tu presidente. La posteridad dirá si fui bueno o malo como cubano y como jefe de Estado”. Esa misma tarde, con ropas nuevas, hizo una visita de cortesía al Gobernador colonial.

Machado estuvo muy poco tiempo en Nassau. En 5 de septiembre de 1933 escribió al presidente norteamericano Franklin Delano Roosevelt desde el hotel Mount Royal, de Toronto, Canadá, para quejarse del mal trato que le dio el embajador Sumner Welles en La Habana, y Roosevelt le respondió que el diplomático siguió las instrucciones de su gobierno. El 26 volvió a escribirle a fin de que interpusiera sus buenos oficios con las autoridades cubanas que habían creado los Tribunales de Sanciones para juzgar a los machadistas. El presidente norteamericano le contestó con cortesía, pero le dio el esquinazo.

FINAL

 

Carlos Miguel de Céspedes, que nada tiene que ver con el otro Céspedes de esta historia, salió de Cuba,  tras la fuga de Machado,  en un barco, con la ayuda de un pescador al que apodaban Picúa. Ainciart se suicidó para evadir la vendetta popular y aun así los estudiantes intentaron colgar de un poste, frente a la escalinata de la Universidad de La Habana, su cadáver completamente desnudo. Wifredo Fernández se privó de la vida estando preso ya en la Cabaña. Crespo Moreno murió en Santo Domingo donde, por recomendación de Machado, estuvo a las órdenes del sátrapa Rafael Leónidas Trujillo.  A Colinche se le perdió el rastro; nunca más volvió a saberse de él después de aquel 12 de agosto.

            Hacia 1937, al amparo del coronel Batista, jefe entonces del Ejército cubano, los machadistas comenzaron a regresar a la Isla. Volvieron Molinet y Averhoff, que recuperó sus propiedades, incluido su célebre castillo de las afueras de La Habana, pero se mantendría a la sombra hasta 1960, en que volvió a desaparecer. Carlos Miguel sí se reinsertó en la política y aunque se vio frustrado en sus aspiraciones de conquistar la alcaldía  habanera, murió en 1954 como Senador de la República. Reconstruyó Villa Miramar –donde hoy se halla el restaurante 1830- arrasada por el pueblo en 1933, y cedió a la Iglesia Católica los terrenos en los que se edificó el bellísimo templo del Corpus Christi. El arrogante Pepito Izquierdo, que lo perdió todo, terminó sus días como empleado de una bolera.

Machado, al igual que muchos de sus partidarios, logró entrar en Estados Unidos. El gobierno cubano  solicitó  la extradición de todos ellos y aunque Washington en definitiva no los devolvió, pareció en un primer momento que daría una respuesta favorable al pedido y dispuso la tramitación de los expedientes de extradición de Machado y del ex general Alberto Herrera, jefe del Ejército  desde 1922 a 1933.

            Un grupo de policías  apareció en la casa de Machado en Nueva York  para llevarlo  detenido. Pero el ex dictador después de recibirlos y asegurarles que la persona que buscaban  no estaba en casa, se les escurrió delante de las narices, como un vulgar ratero, por la puerta principal.

 Orestes Ferrara, que había sido su embajador en EE UU y su ministro de Relaciones Exteriores y tenía vinculaciones estrechas con grandes monopolios norteamericanos, como el de los teléfonos y el telégrafo (ITT)  insistió en  que Machado se presentara al juicio migratorio. En un rapto repentino de antiimperialismo, Ferrara –un gran abogado- quería aprovechar el proceso para denunciar la injerencia de Washington  en los asuntos internos de Cuba. Machado no accedió. Le dijo: “Yo no hablo inglés, no sé de leyes, no soy orador ni conozco bien estos asuntos internacionales”. Por lo que prefirió buscar refugio en la República Dominicana, donde suponía gozar, como en efecto ocurrió,  de la  acogida de  Trujillo.

En un barquito tripulado por dos marineros emprendió la travesía. Pero aquella embarcación era un cacharro. Se rompía una y otra vez, lo que obligaba a la tripulación a tocar tierra  en busca de ayuda. Se averió  incluso frente a las costas de Cuba, pero esa vez los propios marineros lograron superar el inconveniente y Machado llegó al fin a su destino. 

El juicio de Herrera, también con Ferrara como  abogado defensor, sí se llevó a cabo, y el juez determinó que no habría extradición. Machado volvió a entrar a Estados Unidos  por la frontera con  Canadá y no pasó nada. Washington no devolvería en definitiva a quienes bien lo sirvieron.

Allí murió. En Miami, en marzo de 1939, mientras su médico de confianza, que hizo viajar desde La Habana, lo sometía a una intervención quirúrgica. En los años 40 el Congreso de la República dispuso que sus restos nunca pudieran ser traídos a Cuba.

 

           

           

           

1 comentario

Ricardo -

Dice el refrán que las mentiras tienen las patas muy cortas, es verdad, y mentiras es lo único que hay en la entrevista de un autodenominado periodista a dos miembros de la organización Askapena cuya misión es ir contando mentiras por esos mundos de Dios. La entrevista se titula “Jóvenes independentistas dan a conocer otra visión sobre el conflicto vasco” del pasado 22 de julio en este periódico.

No quiero extenderme en la enumeración de las mentiras, toda la entrevista es un cúmulo de despropósitos falaces, voy a ser muy escueto.

Es mentira que exista una nación vasca invadida por España, Vascongadas y en menor medida Navarra se incluyeron en la nación española. De la proyección de vascos en la corona de España se puede verificar en la expansión en el Mediterráneo, en las luchas europeas o en la conquista de América, los hay a miles. Ellos se llamaban vascos luchando por España.

El ideario separatista nace a finales del XIX de la mano de las burguesías catalana y vasca de Prat de la Riba y Sabino Arana, de derechas y ultracatólicas, que hicieron sus fortunas a base de la sangre de la emigración (llamada maketa despectivamente en el Pais Vasco) española. Mientras las burguesías alemana e italiana forjan un movimiento de unión de republicas desunidas formando las dos grandes naciones europeas la italiana y la alemana, en España, las burguesías catalana y vasca inician la desintegración de un estado con cinco siglos de existencia. En Italia el movimiento de unión nacional también tiene un componente de izquierdas y popular.

Por tanto que quede claro que las ideas separatistas son profundamente reaccionarias de derechas burguesas, de raíz católica, que solo buscan tener el poder político además del económico. ¿Se imaginan ustedes a todos los trabajadores que lucharon contra el fascismo durante la guerra civil española enrolados hoy día en esa mentirosa y asesina ETA?

Hay cosas graciosas en la entrevista, si no estuvieramos hablando de terrorismo, por ejemplo la afirmación “EE.UU. veía que Euskal Herria era un foco muy peligroso, que podía convertirse en una Cuba en Europa. Inaceptable” Todavía me estoy meando de la risa. Euskadi socialista convertida en una Cuba europea. COÑO si hubieran dicho Extremadura, Galicia o Andalucia.. …. Hombre es difícil, pero no imposible, pero el País Vasco socialista y ateo, venga hombre, no seáis comemierdas.

No me quiero extender sobre todas las mentiras que sobre la historia de España y el País Vasco, dicen estos dos sujetos, solo añadir que el que quiera saber la verdad vaya a los libros de historia, acuda a las bibliotecas y se enterará de la verdad, que no es lo que cuenta estos sujetos tan torticeramente ¿entrevistados? Por un llamado periodista.

Es mentira que no haya libertad en España para expresar cualquier idea y defender cualquier proyecto. Partidos que propugnan la independencia los hay en España, catalanes, vascos y gallegos, todos proclaman sus ideas sin violencia, y nadie los tortura ni los mata por ello.

Voy a dar unos datos objetivos, son pruebas que desmonta las mentiras de estos individuos, ellos dicen hablar en nombre del pueblo vasco, de los vascos, pues yo les voy a dar ustedes los resultados de las elecciones al Parlamento de su comunidad, solo de la vasca, no de las elecciones generales en España, estos son los resultados. Juzguen ustedes.



AÑO VOTANTES BATASUNA
1980 1.554.527 151.636
1984 1.584.540 157.389
1986 1.660.143 199.900
1994 1.749.250 166.147
2001 1.873.356 143.139
2005 1.799.253 150.644

Esta es la VERDAD. Estos son los votos que apoyan en el País Vasco la idea de la independencia usando la violencia. No hay más. El 90% de los vascos están contra la violencia y los asesinatos. Observen ustedes que los votantes aumentan, pero no sus votos, en algunos casos disminuyen.

Lo peor de esta infame entrevista es el paseo de puntillas que hace el ¿periodista? Entrevistador sobre las victimas de ETA. No hay ni un solo reproche a los brutales atentados. Este ¿periodista? Que llora a moco tendido, con llanto de siniestro de cocodrilo, cuando una persona es asesinada brutalmente en Irak o Israel, ni siquiera menciona los cientos de muertes inocentes que esta banda de asesinos ha cometido en España. Este ¿periodista? No les pregunta a sus entrevistados, era su deber, por qué el 90% de los vascos está contra ETA.

Les voy a dar otros datos de los últimos asesinatos en España

30/12/2006 Carlos Alonso Palate y Diego Armando Estacio trabajadores inmigrantes ecuatorianos.

08/02/2003 Joseba Pagazartundua Ruiz militante socialista vasco

04/08/2002 Cecilio Gallego Alarias trabajador de Telefonica y Silvia Martinez Santiago de 6 años

21/03/2002 Juan Priede Perez militante socialista vasco

20/08/2001 Francisca Eraunzetamurgil Alkorta ama de casa

14/07/2001 Javier Múgica Artibia concejal de Leiza Navarra

20/03/2001 Froilan Elespe Inciarte militante socialista vasco

22/02/2001 Angel Santos Larrañaga y José Leonet Azcona trabajadores vascos

26/01/2001 Ramón Díaz García cocinero vasco

Este es el verdadero rostro de la ETA actual. Que no les engañen.

Aunque no lo parezca mi comentario tiene relación con la bitacora.