La fiesta del Guatao
Ciro Bianchi Ross
Durante más de cien años hemos oído repetir en Cuba una frase que el uso ha hecho célebre: “Acabó como la fiesta del Guatao”. Lo curioso del caso es que desconocemos realmente qué fiesta fue aquella, aunque por el sentido que se da a la expresión se sabe que no tuvo un final feliz. Cuando aquí se dice que un suceso terminó de esa manera, nadie duda de que se trató de algo que empezó bien y finalizó mal.
¿Fue bronca de borrachos en medio de una celebración religiosa afrocubana? ¿La motivaron los celos y las furias de un marido burlado o la determinación de un grupo de hombres dispuestos a vengar una estafa? Se ignora qué pasó y hay quien asegura que no hubo tal fiesta en Guatao y sí una matanza horrible que en 1896 perpetraron soldados y paramilitares españoles entre la población indefensa y levantisca porque en Guatao, se afirma, hasta las piedras eran insurrectas.
En 1955, Gregorio Ortega, un entonces joven reportero, se fue a ese poblado habanero a fin de indagar qué fue esa fiesta y cómo concluyó. Allegó varias versiones diferentes y hasta contradictorias que resumió luego en un reportaje que escribió para la revista Carteles, pero no pudo llegar a una conclusión definitiva porque cualquiera de aquellas versiones podía ser la verdadera y tal vez no lo fuera ninguna.
Nada nuevo puede aportar hoy este columnista a la indagación que hace más de cincuenta años acometió el autor de La red y el tridente y Una de cal y otra de arena y que en un grueso volumen titulado Del Guatao a Hong Kong, publicado en 1986, narró sus aventuras periodísticas por medio mundo y compiló muchas de sus crónicas, entre ellas la titulada “Aquella fiesta del Guatao”.
CAMINO REAL
Guatao se fundó en 1750 en las tierras que cedió gratuitamente Esteban Godina a la vera del camino real que iba de La Habana a Vuelta Abajo. Sobre esa vía se edificaron también los caseríos de Mordazo, La Ceiba, Curazao, Quemados y Marianao, y además El Cano, Corralillo y Guayabal. Pero la tierra era baja y pantanosa y para trazar la calzada hasta el poblado de Guanajay se buscó una base más firme. La nueva ruta pasó paralela, pero a unos dos kilómetros del viejo camino real y El Cano, Guatao, Corralillo y Guayabal quedaron a un lado, abandonados. Entonces, sobre la nueva calzada, por cada uno de esos caseríos surgió uno nuevo: Arroyo Arenas por El Cano, Punta Brava por Guatao, Hoyo Colorado o Bauta por Corralillo y Caimito del Guayabal por Guayabal,
“Luego, sobre la antigua calzada se hizo la carretera Central y las nuevas poblaciones florecieron. Los pueblos a la orilla del viejo camino real, ya en desuso, languidecieron”, escribe Gregorio Ortega en su reportaje y asegura que en 1955 Guatao tenía menos población y comercio que a mediados del siglo XIX. En 1827, por ejemplo, existían allí un almacén de víveres, dos tiendas de ropa, ocho tiendas mixtas, dos herrerías, una carpintería, una sastrería, una panadería, tres tabaquerías y una barbería. En 1955 no quedaban más que dos bodegas y una cantina, precarias las tres, y una fábrica de almidón que era la única industria del poblado. La iglesia, que se edificó en 1765, acababa de derrumbarse en esos días y se confiaba en que se construiría de nuevo. Comentó al periodista uno de sus informantes: “Lo único que queda del Guatao es su fama; aquella de la fiesta”.
VERSIONES
Alberico Martínez, propietario de la fábrica aludida, dio a Ortega su versión sobre el origen de la frase. Se la contó una negra esclava llamada Ramona que falleció alrededor de 1940 luego de haber vivido más de cien años. Ella relataba, recordaba Alberico, que justo en el lugar que ocupaba su fábrica estuvo la casa de la fiesta famosa.
“En una zapatería de Punta Brava estaban liquidando las existencias a precios muy bajos y varios guajiros de aquí habían ido a comprar. Pero llovía mucho y los caminos estaban muy malos y cuando regresaron al pueblo los zapatos estaban abiertos, deshechos. Los guajiros asistieron a la fiesta y ya había empezado esta cuando llegó el zapatero. Los estafados apalearon al hombre y allí mismo se acabó todo”,
La versión de Alberico no coincide con la que también ofreció a Gregorio Ortega un hombre de piel muy negra y brillante y 86 años de edad que aseguraba haber peleado por la independencia de Cuba bajo las órdenes del general Quintín Bandera. Se llamaba Cirilo Suárez y en su conversación con el periodista aludió a los congos y lucumíes que vivían en Guatao y sus alrededores. “Eran muy guapos y se fajaban mucho”, aseveró, y recordó además su carácter fiestero; todos los sábados se emborrachaban y a veces sus fiestas duraban hasta el domingo.
“Me acuerdo de una fiesta que se hizo famosa; de ahí viene eso de la fiesta del Guatao. Hace muchos años de ella… Era un santo de congo y todo el mundo se emborrachó. Con la tomadera se formó la guaracha. De pronto empezó la bronca, no sé por qué… Cuando la gente bebe por cualquier cosa se faja. ¡Cómo se dio leña aquel día!”.
Una versión más recoge el reportero. Se la cuenta Nicolás Larrinaga, que la escuchó de su padre, muerto en 1952, a los 118 años de edad. Se celebraba en Guatao un baile para festejar el fin de la guerra contra España y a la celebración concurrieron, sin que nadie los hubiera invitado y para ver la acogida que se les daba, elementos pro españoles hasta la víspera.
Por aquellos días, rememoraba Larrinaga, dos vecinos del poblado –Ángel Bildosa y Merced Amador- mantenían relaciones amorosas pese a que Ángel era casado. Llegó la fecha del baile y Ángel, que tenía la fortaleza de un animal y muy malas pulgas, prohibió a su amante que acudiese a la fiesta. Parece que sospechó que ella no lo obedecería y ya a medianoche, luego de dejar a su esposa en la cama, se fue a la casa de la querida. No la encontró y decidió buscarla donde sabía que estaba. Cuando entró a la fiesta, que se celebraba donde después estuvo la fábrica de almidón, Ángel vio que Merced bailaba con un teniente de los recién desaparecidos paramilitares españoles.
No se molestó en pedir explicaciones. Rasgó el vestido de la mujer de arriba abajo, y ella, que también se las traía, se descalzó y a taconazo limpio la emprendió contra su compañero. Quiso intervenir a favor de Merced el teniente y ahí se armó la gorda porque los vecinos, que se la tenían jurada al elemento pro español desde la matanza de 1896, aprovecharon la oportunidad para cobrársela… Los enemigos de ayer quedaron muy mal parados.
¿QUIÉN SABE?
Porque el 22 de febrero de ese año los españoles cometieron en Guatao la matanza de la que ya se habló. Una columna compuesta por unos 200 guardias civiles, soldados y paramilitares salió de Marianao para operar en las zonas vecinas y en Punta Brava se enfrentó con una partida insurrecta a la que no pudo aniquilar. Ireno Gutiérrez, testigo presencial de los hechos, contó a Ortega lo que sigue:
“Entonces la columna vino hasta el Guatao, cogió a todo el que pudo y lo metió en la iglesia. De allí los sacaban amarrados, los tiraban en la carretera, frente a unas matas de salvadera que todavía existen, y los mataban en el suelo… De noche partió la columna llevando veinte prisioneros de los cuales solo cinco llegaron a Marianao. En la carretera dondequiera aparecían manchas de sangre y en las afueras del pueblo quedaron diez y seis cadáveres”.
Se dice que unos cincuenta muertos causó aquella tragedia. Ireno no fue apresado porque tuvo la suerte de poder huir a un bosque cercano. Tenía 15 años de edad.
Para algunos autores, esa matanza fue la que dio origen a la frase. Pero ¿quién sabe? Porque como expresa Gregorio Ortega en su reportaje, “de aquel pasado sangriento, pendenciero y bullente del pueblo, no queda más que una frase”.
2 comentarios
Ricardo -
No hay otra palabra que exprese mejor una pelea a puñetazos, piñazos o lo que sea que darse hostias. Una hostia es más que un bofetón. Tener un accidente muy grave con el coche es darse una gran hostia. No sé como el pueblo tradujo una palabra religiosa que representa nada más y nada menos que el cuerpo de Cristo a darse puñetazos.
La hostia es lo máximo de grandeza en la Iglesia Católica y el pueblo lo ha transformado en lo máximo de golpe o porrazo. Aunque no es normal que la hostia que es el cuerpo de Cristo y significa amor se transforme en la actuación violenta del odio que es la agresión física.
Decía que no es normal, pero es lo que siempre ha sucedido cuando se ha armado un gran follón lo primero que se ha hecho es quemar iglesias y matar curas. Ahora con esto de los galácticos parece que el deporte nacional es el fútbol, pero la verdad es que el autentico deporte nacional es matar curas.
Para explicar esto de la hostia mejor cuento un chiste.
Un hombre que jamás había ido a la Iglesia en su vida un día por curiosidad entra en una.
El va haciendo todo lo que ve que hacen los demás. Cuando llega la hora de comulgar se pone en fila como hacen todos y va hacia el altar. Al llegar a donde está el cura, el monaguillo le coloca la patena debajo de la boca por si se cae le cae la hostia al cura que no llegue al suelo.
-Va el hombre y le pregunta al cura. ¿Y esto para que es?
-Es por si se me escapa una hostia hijo mío
-¿Sí? Pues cuidado no se le escape una hostia no se me vaya a escapar a mí un puntapié en los cojones.
Ricardo -
El dicho español es acabar como el rosario de la aurora Ignoro los orígenes del refrán en cambio conozco muy bien los efectos del susodicho dicho. Hay otro refrán para la misma situación Se armó la de Dios es Cristo
Parece que los españoles tenemos propensión a utilizar metáforas religiosas para definir situaciones que van a terminar muy mal.
La Iglesia se ha ganado a pulso el merito de figurar en estos refranes de final violento. En todos los enfrentamientos entre españoles ha estado siempre la Iglesia, no actuando de bombero como sería su deber sino de pirómano echando mas leña al fuego. Incluso en el último vestigio que queda actualmente en España de violencia y sangre está la Iglesia y sigue actuando de pirómano psicópata.
No creo que haya otro pueblo en el mundo que con mas fruición y con mas asiduidad haya terminado tantas veces como nosotros como el rosario de la aurora o armando la de Dios es Cristo que por cierto, miré usted que casualidad siempre terminamos a hostia limpia.