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Propietarios (I)

Propietarios (I)

Ciro Bianchi Ross

Caricatura de Laz

 

Llovía a cántaros desde la noche anterior y muchos pensaron que el estado del tiempo restaría brillo y público a la presentación de Los propietarios de Cuba; 1958, de Guillermo Jiménez. En definitiva, no se trataba de una novela de Daniel Chavarría ni de Leonardo Padura, nuestros escritores  con más éxito de venta, y el hecho de que la lluvia obligara a trasladar el espacio del “Sábado del Libro”  desde el portal, su escenario habitual, al salón de la planta alta del Palacio del Segundo Cabo, no causaba mayor preocupación en los funcionarios del Instituto Cubano del Libro, que pensaron que con veinte sillas habría más que suficiente para acomodar a los osados que en aquella mañana se atrevieran a desafiar el agua. Una hora después, y a punto ya de comenzar el acto, Iroel Sánchez, presidente del ICL, recordaba a la concurrencia que se hallaba en un edificio con más de tres siglos  de antigüedad y  pedía que se evitaran los movimientos innecesarios ante el riesgo de  desplome. El reclamo cayó en el vacío y, más que calmar los ánimos, solo consiguió exacerbarlos porque antes de que Sánchez lo confirmara aquellas seiscientas personas que desbordaban la sala y se escurrían por balcones exteriores y pasillos laterales, se habían percatado de que los libros no alcanzarían  para todos. Para la presentación de Los propietarios de Cuba; 1958, promocionada en los días previos con bombo y platillo por la prensa, no habría más de ciento cincuenta ejemplares disponibles, los últimos en existencia  pues el título había tenido ya una primera venta  en la última jornada de la más reciente feria del libro de La Habana.

            Presentaciones de libros famosas se registran en Cuba a lo largo de las décadas precedentes. En 1982 fue apoteósica la del primer volumen de En marcha con Fidel; 1959, del capitán Antonio Núñez Jiménez. Entonces el “Sábado del Libro” tenía lugar al comienzo de la calle Obispo, al costado de La Moderna Poesía, pero en ocasión de la del título aludido, los organizadores, ante la previsible avalancha de público, reubicaron el espacio en el Parque Central. Por esa misma época, años antes o años después, la puesta en venta de una reedición de Biografía de un cimarrón, obligó a su autor, Miguel Barnet, a firmar, con paciencia y resignación  de monje, los ejemplares  que durante cinco horas consecutivas estuvieron tendiéndole sus ávidos lectores.

Sonado fue asimismo  el lanzamiento de La neblina del ayer, la última novela publicada por Leonardo Padura. Como sucede de manera invariable con las obras de este afamado narrador,  la sala Martínez Villena, de la Unión de Escritores, resultó pequeña otra vez  para dar cabida  los interesados en adquirirla, a los que no quedó otro remedio que permanecer en los jardines de esa institución a fin de pescar su ejemplar a la hora de la venta. Para ello, la cola empezó a organizarse antes de los discursos. Luis Marré, el poeta de Los ojos en el fresco, se “dejó caer” como quien no quiere las cosas al comienzo de la fila, en busca de algún resquicio que le permitiera llegar al libro.

-Viejito, ¿usted estaba ahí? –le preguntó, cariñosa, una muchacha de pantalón a la cadera y barriguita  con teléfono celular incluido, ante la que el poeta pretendía colarse sin saber que ella también estaba colada. Y Marré,  haciendo valer su condición de fundador de la Unión de Escritores, respondió, imperturbable:  

-Fíjese si estaba, que llegué aquí hace cuarenta y cinco años.

EL CASO DE PARADISO

  

Chillidos, gritos estentóreos, lágrimas y ataques de histeria –como en un concierto de rock en su punto culminante- caracterizaron la presentación en la Habana, en 1991, de la segunda edición cubana de Paradiso, la  novela descomunal  de José Lezama Lima. Fue una verdadera batalla campal en que cada uno de los asistentes se mostraba decidido a conseguir un  ejemplar de la obra a como fuera y actuaba en consecuencia.

            La ensayista y traductora italiana Alexandra Riccio, el poeta César López y el autor de esta página debíamos   presentar aquella tarde  la novela  que aparecía con el sello de la editorial Letras Cubanas. Nos disponíamos a hacerlo cuando el público, joven en su mayoría, cada vez más numeroso e inquieto, ahogó las palabras de Alexandra con lo que primero fue un rumor sordo y luego un grito a voz en cuello. ¡Paradiso! ¡Paradiso! ¡Paradiso!,   repetía sin cansancio aquella multitud apiñada en el amplio portal del Palacio del Segundo Cabo,  y que para garantizar que no hubiera  discursos hizo desaparecer de su soporte, en un golpe de manos sorpresivo y audaz, el micrófono que utilizaríamos, solo para devolverlo cuando se convenció de que los tres oradores habíamos desistido del empeño.

            Lo que siguió fue al acabóse. Ante la multitud que rugía, se retiraron de prisa los ejemplares dispuestos para la venta. Se dijo que el libro se vendería en el interior del edificio y hacía allá se disparó la gente, solo para volver al portal, decepcionada. Allí volvió a intentarse la venta, pero tampoco pudo llevarse a cabo con el público  encimado sobre las vendedoras, pese a que se hizo saber que habría libros para todos.   Al fin se decidió lo que parecía más prudente y la venta se hizo a través una ventana protegida por barrotes.

            “Jamás vi algo semejante”, comentaba el narrador Lisandro Otero, y Julio Travieso, el novelista de Para matar al lobo, se preguntaba por su parte que cuánta de esa gente que pugnaba por conseguir su ejemplar lo  leería   realmente. Y aunque quizás fuera  cierto que muchos de los que se hicieron de la novela aquella tarde  se regodearían  solo en   los vericuetos del famoso capítulo octavo o  con las peripecias de Farraluque, “un leptosomático adolescentario, con una cara tristona y ojerosa, pero dotado de una enorme verga”, el tumulto era justificado y explicable. Se trataba de una obra  que había sido elogiada, con toda razón, hasta el delirio, y también criticada a muerte y negada con furia durante los veinte y cinco años precedentes. Un libro signado por el escándalo sobre todo  a partir  del largo diálogo sobre la homosexualidad  que José Cemí, el  protagonista, sostiene con sus amigos Ricardo Fronesis y Eugenio Foción luego de haberse enterado de que Baena Albornoz, un atleta machista y perseguidor de homosexuales, fuera sorprendido en pecado nefando con el guajiro Leregas.

            Publicada originalmente por Ediciones Unión  en 1966, cuando los cinco mil ejemplares de la tirada se agotaron en un decir amén pese a su precio de cinco pesos, exorbitante  para la época,   Paradiso no había vuelto a editarse en Cuba. Y en  aquella ya lejana tarde de 1991 existía un atractivo más para adquirir un ejemplar de la novela. Su edición era fiel hasta el detalle al manuscrito lezamiano y salvaba las numerosas erratas y omisiones que en ediciones extranjeras  se repetían desde su primera publicación en Cuba.  No era una edición más de Paradiso aquella que se ponía a la venta. Era el Paradiso  recobrado.

LOS MÁS PODEROSOS

 

En el caso de Los propietarios de Cuba;  1958, tanto el autor como los presentadores pudieron hablar; nadie les sustrajo el micrófono, y el presidente del ICL ofreció una buena noticia: había dispuesto la reedición de la obra, que estará a disposición de los lectores sobre el 5 de julio próximo.

            Esa seguridad, sin embargo, no evitó lo que pasaría cuando el libro de Jiménez se puso al fin a la venta. Pese a que se formaron tres  filas, es un decir,  frente a igual número de expendios, la escasez de ejemplares provocó codazos, empujones, caídas. En la confusión, algunos se fueron sin pagar. Alguien, no sin dificultad,  deslizó un ejemplar en las manos de este cronista, pero no hubo ejemplares  para periodistas cubanos y la prensa extranjera  quedó igualmente al margen. Algunas celebridades que  por la vía de la cortesía pensaron conseguirlo, tuvieron que salir a la lluvia  con el rabo entre las piernas y la alforja vacía. Ya finalizado el acto, Max Lesnick, director de Radio Miami, de paso en la ciudad para la presentación privada del excelente documental El hombre de las dos Habanas, realizado por su hija Vivian y que lo tiene como protagonista e hilo conductor,  todavía esperaba salir con el suyo. La doctora Graziella Pogolotti, que, agobiada por el calor y el tumulto,  tuvo que ser sacada del salón, fue recompensada. Monseñor Carlos Manuel de Céspedes, Vicario General de La Habana, no tuvo esa suerte. Tampoco Antón Arrufat ni Jaime Sarusky, premios nacionales de Literatura, el arquitecto Mario Coyula ni  Marta Rojas.  Por cada persona que salió del Palacio del Segundo Cabo con el libro, hubo cuatro al menos  que se quedaron sin la obra, y deberán esperar a su inminente reedición.

            Samuel Feijóo me dijo en una oportunidad que un escritor puede sentirse satisfecho si alcanza siete lectores en una generación, cifra esa que incluía al linotipista. No se trata, por supuesto, de una frase para tomar al pie de la letra.  En este Sábado del Libro era  lógico que se dieran cita, como ocurre siempre,  los amigos y compañeros del autor, y también especialistas, investigadores y estudiosos del tema. Nadie esperaba, sin embargo, tal afluencia de público. El propio Jiménez se sorprendió de su poder de convocatoria. Su libro anterior, Las empresas en Cuba; 1958, publicado al igual que este con el sello de la editorial de Ciencias Sociales, si bien ya  agotado, tuvo un fluir discreto.

            Y es que Los propietarios de Cuba; 1958 atrapa por lo inédito del tema. En sus páginas el autor presenta de manera individualizada una selección de 551 de los más influyentes y poderosos miembros de la oligarquía, cubanos o extranjeros, pero residentes en Cuba en el momento de la irrupción de la Revolución Cubana y que  concentraban el mayor número de las empresas principales de la nación.

            Incluye el universo de los propietarios de la industria azucarera y la banca, sectores punteros de la economía,  así como los propietarios de  empresas  no azucareras de gran rentabilidad como las de tabacos y cigarrillos, rones, cervezas, medios de prensa, ganaderas… Para precisar la importancia económica de esos personajes, a juzgar por sus propiedades, Jiménez les otorgó una clasificación que va del 1 al 5 y que facilita una evaluación rápida del sujeto. En cada caso se consignan el número de sus propiedades, su nacionalidad y la del fundador de su estirpe, la profesión, el estado civil, número y nombre de los hijos, religión, títulos nobiliarios, relaciones sociales y políticas, lugar de residencia en la época que aborda el libro… Un diccionario biográfico, lo define en el prólogo el profesor Oscar Zanetti, cuya originalidad radica en su asunto. Precisa:   “Nuestros diccionarios biográficos suelen  comprender figuras destacadas en la política, las acciones militares, la literatura, las artes, las ciencias, pero rara vez en el mundo de los negocios. Tal ausencia se hace muy sensible, especialmente para los historiadores, pues muchos de esos ‘negociantes’, además de su gestión casi siempre decisiva en el campo económico, actuaban también en otras esferas y en particular ejercían una influencia nada desdeñable en la vida política”.

            Repare el lector en el título del libro. No se trata de los propietarios “en” Cuba, sino Los propietarios de Cuba, unos pocos cientos de hombres que tenían en sus manos la riqueza nacional en 1958, lo que ya de por sí justificó la Revolución de 1959. Sobre algunos de ellos hablaremos la próxima semana.

                                                                                  (Continuará…)

           

             

  

              

2 comentarios

Gualterio Nunez Estrada -

Un empresario rico de La Habana, que giraba con 300 mil dolares en 1959, de origen espanol, tenia como referencia la comunidad de comerciantes chinos, la comunidad de comerciantes polacos, suizos y alemanes, la mayoria judios, se relacionaba con diplomaticos europeos y tenia como invitado cada cierto tiempo, al embajador de Espana, estas relaciones le permitian ir mas alla de la esfera de influencia norteamericana y darle la vuelta al mundo comprando lotes de mercancias que no tenian salida en Asia o Europa a precios muy bajos, sin contar la gran cantidad de mercancias que llegaban de Mexico y otros paises latinoamericanos. Les hablo de un empresario de La Habana, exitoso, con gran diversidad de articulos del mundo entero y un sexto grado terminado de la epoca. Pienso que tendriamos que reconstruir estos mecanismos y disenar las experiencias que se adaptan a nuestra epoca e intereses, porque ellos no se contentaron con la dominacion o influencia del Norte, fueron mas alla y habia en La Habana enorme cantidad de articulos a precios muiy bajos traidos directamente de Alemania, por ejemplo. Yo pienso que esa cultura empresarial cubana debemos rescatarla en sus aspectos positivos, porque sond mecanismos que aqui en Estados Unidos no se conocen, ni se emplean en la forma en que lo hacian estos emdpresarios de gran actividad competitiva. Este empresario que digo comenzo en Cuba lavando perros de la burguesia a cuarenta centavos y llego a tener un almacen con trescientos mil dolares de deposito en 1959. Y pienso que este conocimiento es importante rescatarlo debido a la ferocidad del mercado global y la barrera de los monopolios para paises pequenos en desarrollo. No esperemos compasion en el mercado actual, todo lo contrario, aplastaran a quien tengan que aplastar con tal de aduenarse de un mercado sin competencia. Gualterio Nunez Estrada, Sarasota, Florida, 34233, USA.

Gualterio Nunez Estrada -

El tema es mas que interesante y merece un estudio bien profunda por parte de Ciro Bianchi Ross por dos aspectos: En once anos de vivir en Florida, desde el 96 que sali de Cuba me he encontrado que no pocos cubanos nacidos poco antes o despues de 1959, de procedencia bien humilde, piensan como gaticos que no han abierto los ojos sobre la seudorrepublica que en Miami ponderan como en un filme de Hollywood. Es asombroso, pero es cierto, la propaganda sobre la seudorrepublica encuentra partidarios incluso entre personas que son personas hoy dia en Estados Unidos, gracias a la Revolucion. Si la seudorrepublica hubiera continuado en Cuba de la pobre finca donde nacieron o del barrio pobre jamas hubieran salido, salvo excepciones, y a la universidad, ni sonarlo. No obstante, la seudorrepublica y el orden de estos propietarios tiene dos caras que seria interesante analizar: como lograron ser tan efectivos en la produccion de leche, carne y huevos y vegetales en abundancia, incluso habia que botarlos para mantener el precio y como lograron ser tan exitosos para mover una economia interna en Ciudad de La Habana, ciudad mas vibrante y mejor vestida que Paris, segun comentarios de la epoca. Es importante analizar los instrumentos de estos empresarios que al ser objetados como factores del status quo fueron enterrados sus conocimientos, o sea, pienso que perdimos un capital de conocimiento empresarial cubano que en la epoca importaba articulos incluso de Checoeslovaquia y tenia enlaces con el mundo entero. Precisamente, al haber enterrado a esos propietarios de golpe hemos tenido que volver a inventar el cafe con leche con sal sin lograr aun en cincuenta anos ni el diez por ciento de aquella economia interna en Ciudad Habana, sumamente importante para el pais porque es referencia del resto de las provincias. Yo comprendo que las obras emprendidas son colosales, pero sin una economia interna viva, en actividad activa con referencia en la capital del pais la acumulacion de fuerzas productivas rebasa las posibilidades de la fes y crea problemas sociales innecesarios si contamos con los elementos empresariales para motivar esas fuerzas productivas. El libro mencionado es importante, pero aun mas importante seria una segunda parte donde se muestren los instrumentos empresariales que inventaron esos cubanos y que fueron utiles y efectivos en cuanto a mover una economia interna, es decir, ir al rescate de lo que tuvimos que enterrar apresuradamente por las urgencia sociales surgidas a partir de 1959. Yo aqui he constatado que existia en a Habana de los cincuenta mas variedad comercial y mas complejida en el comercio que actualmente en Estados Unidos, salvo en New York. Lo se porque mi madre era propietaria de un almacen en la calle Villegas y se comerciaban hasta panuelos bordados por las monjas ciegas de un monasterio de Holanda, por citar un ejemplo. Actualmente, en Estados Unidos, el comercio no tiene esa variedad, ese conocimiento de los comerciantes en La Habana, ni siquiera ni Miami, en comparacion. Gualterio Nunez Estrada, Sarasota, Florida, 34233, USA.