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wwwcirobianchi / BARRACA HABANERA

Edades

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Ciro Bianchi Ross

Caricatura Laz

 

Me contactó una vez a través del periódico y cuando conversamos al fin por teléfono dijo que quería verme porque se interesaba por conocer mi opinión sobre algo que tenía escrito y se empeñaba en publicar. Le di de lado. Aparte del tiempo y la energía que una tarea como esa consume,  sé bien del peligro que entraña leer inéditos ajenos, sobre todo si son de un aficionado que solo escribió antes cartas a la familia.  Quien viene a conocer tu valoración sobre lo que ha escrito,  casi siempre reclama humildemente una opinión sincera cuando en verdad está en espera de una opinión favorable. Si valoras positivamente su trabajo, el individuo se va contento aunque arroparas tu elogio con cuanta tontería encontraste a mano, por el aquello de que casi todos  los escritores, publicados y por publicar,  aceptan  las mayores tonterías a cambio de que sean elogiosas. Pero si tu juicio no es  propicio, el sujeto se desconcierta y no lo disimula y se va hecho una furia. A partir de ahí serás para él un insensible o un imbécil. Nada. Quisiste hacer un favor y te buscaste a  un enemigo.

            Pero que yo le diera de lado, no quiere decir que el hombre no insistiera. Hay que reconocer que tenía maña y arte en eso. Reiteraba sus llamadas, tanto al periódico como a otros lugares que, sabía, yo frecuentaba.  Se buscó aliados. Y esos  aliados, quizás por quitárselo de encima,  intercedían en su ayuda. Yo no creo que estés tan ocupado como para no poderle conceder media hora, me decían. Lo atiendes, y luego te lo quitas de encima, recalcaban. La cosa llegó al punto de que empecé a sentirme culpable por no recibir al “muchacho”, como, sin conocerlo,  le llamaba una de las secretarias del periódico con la que se comunicaba al ritmo de dos veces por  día.

            Así, nos pusimos de acuerdo para la visita. Cometí un error. En esos casos, es mejor visitar que lo visiten. Porque cuando es uno quien hace la visita, se marcha cuando lo estime pertinente, así deje a su interlocutor con la palabra en la boca. Otro es el cantar si se es  el visitado. Hay que soportar hasta  que el visitante se marche o se le induzca  a que lo haga. Pero no. Quedamos en que nos veríamos en mi casa, el próximo sábado, a las seis de la tarde. Y allí estuvo  el hombre a la hora de la cita.

PASARÁS POR MI VIDA

Me dijo, de sopetón: ¿No me conoces? No, no lo conocía. Añadió: ¿Es posible que no me recuerdes?  Contesté que no, que no lo recordaba. Te diré mi nombre completo  y sé que te acordarás. Lo dijo, y tampoco. Estuvimos juntos en el Bachillerato, puntualizó.

 Nada hay peor que una persona lo salude a uno y uno no la recuerde. Se le  tiende a decir en principio que lo ha confundido con otro.  Pero cuando se adquiere la certeza de que no hay confusión posible, uno quiere que la tierra se lo trague. Es como cuando se le pregunta por la madre al amigo que no se veía desde hace  tiempo y la respuesta llega como un pistoletazo: Murió hace seis años. Y uno, desconcertado y sin saber qué decir, recurre a Jorge Manrique y habla de lo efímero de la vida y lo fugaz  de los placeres mundanos.

 Ni el nombre ni la cara de mi interlocutor venían  a mi memoria por más que me esforzara. Hay gente así, de pasarás por mi vida sin saber que pasaste. Pero uno finge y quiere hacer creer que recuerda. Lo que pasa es que engordaste, dices  y te dicen que no, que, pese a los años, mantiene el mismo peso. ¡Ah! Claro, son los espejuelos, te aventuras a decir,  pero resulta que los espejuelos los usó siempre. Y ya desde el Bachillerato lucía las mismas canas  de ahora. Ni más ni menos.

No sabes ya a qué recurrirás. Para ubicarlo de una vez menciona dos o tres nombres de compañeros de estudios que te vienen a la mente. El del polista que se mató en un accidente en plena juventud. El del que estudió Medicina y está ahora al frente de una orquesta que gana espacio en la simpatía popular. Sí, por supuesto, tu interlocutor los conoce  perfectamente. Y te habla además sobre este y aquel, que se los tragó la vida cuando parecían que habían dado ya un paso más allá de la promesa.

            Preguntas: ¿Y Ofelia?  Te dice: Es arquitecta.  Vive en la calle Heredia entre Santa Catalina y Milagros. Nació el 18 de junio de 1947. Tiene ahora tantos años. ¿Y Germán, qué se hizo de Germán?  Responde: Es tremendo médico.  Vive en 10 de Octubre esquina a San Mariano. Nació el 3 de enero de 1948. Tiene ahora tal edad. Y así  Belkis, Manolo, Jesús… El tipo no falla. Cada vez que mencionas un nombre,  te aporta esos detalles hasta que llega el momento en  que no puedes reprimir tu asombro. ¡Qué bárbaro!

            -Te sorprenderá que yo domine todo eso. Es que  me he dedicado a nuclear a todos los compañeros de promoción. Si por algo insistí tanto en verte, aparte de lo que quiero que leas,  fue porque tú eres uno de los que faltaba en mi lista. Los he ido agrupando y nos encontramos  una vez al año y siempre que es el onomástico de uno de nosotros,  unos cuantos de los del grupo  le  “asaltamos” la casa –dijo mi interlocutor, y añadió con orgullo que no solo tenía empadronados a los del Bachillerato. Había logrado hacerlo además con los que terminaron la Secundaria Básica junto con él, y ahora la emprendía, por difícil que pareciera dado  el tiempo transcurrido,  con los de la Primaria. Había que reconocerle al sujeto un espíritu gregario fuera de serie. Me mordí la lengua  para no  preguntarle de dónde sacaba el tiempo para emplearlo en algo como aquello, aunque no vacilé en decirle que eso de los “asaltos” me resultaba   anacrónico y ridículo en gente de nuestra edad. De más está decir que no estuvo de acuerdo conmigo.

PÓNGANSE EL SOLAPÍN

Hace años, más por fuerza que por grado, me tocó acompañar a una persona entonces cercana  a una de esas  reuniones de antiguos alumnos. Alumnas, diría mejor, porque lo habían sido de un colegio de monjas. La acompañé por mero compromiso. Yo esperaría fuera mientras ella se reencontraba con sus compañeras de antaño. Vi entrar a las convocadas, señoras todas ya en su edad  y que, en su mayoría,  no se veían desde hacía mucho, y me preguntaba cómo se las ingeniarían para reconocerse por más que cuando lo hicieran se asegurarían mutuamente que estaban “igualitas”.  En medio de los dulces y los refrescos, pocas podían identificarse entre sí hasta que una de ellas facilitó a las demás una tira de papel y una presilla. Cada una escribiría su nombre y se colocaría el improvisado solapín  en un lugar visible para facilitar el reconocimiento y aligerar la tensión que había generado la extrañeza. Mi amiga fue de las primeras en abandonar la reunión. Convocaron para otra, me dijo, pero yo aquí no vuelvo. “El tiempo, Juan, con su fluir callado…”, como diría Nicolás Guillén en su soneto a Marinello.

            Y es que en momentos como esos se  ve la otra cara  de  la luna. Por mucho que se alargue la expectativa de vida,   se insista en eso de que la belleza y la juventud andan por dentro, que joven ha de ser quien lo quiera ser  y nos alegren los reencuentros, no hay como una reunión de antiguos alumnos para constatar que Elisa, tan bonita que llegó a estar nominada como estrella del carnaval, es ahora una abuela de 200 libras y que Julián, que tanto sobresalía en el salto alto, no salta ya ni el quicio de la bañadera.

            Por eso me conmueve tanto la gente que se impone una vida sana. Dicen que lo hacen para mantener la salud cuando, en verdad, en el fondo de su alma,  lo que quieren es retardar la vejez. Lo malo del asunto es que la mayoría empieza muy tarde. Porque la salud, la juventud y la belleza son cosas que hay que intentar prolongar cuando todavía se tienen. Si se pierden, no vuelven por más que uno se empeñe en recuperarlas. No hay prueba mejor de eso que un gimnasio. Se va al gimnasio porque no se está conforme con lo que se tiene. La gorda, porque quiere bajar de peso. La flaca, porque quiere ganar algunas libras. La entreverada, porque quiere que le acomoden la grasa… Unas hacen pesas; otras se agotan en el escalador o en la estera; aquella quiere que la sauna y los masajes le enmascaren  la edad, y luego  se zampan una pizza y un par de refrescos en la esquina y se comen media libra de pan  al llegar a la casa  y recuperan, sin querer, lo que acaso perdieron. Está la que acude al gimnasio porque desea que con medios artificiales le rebajen cierta parte de la anatomía donde la naturaleza la dotó generosamente y olvida que en eso, como en Derecho, lo que abunda no daña. Y está la gordita que siente que pierde méritos en verano, por lo que suda, y desconoce que los recupera en invierno, por lo que abriga. Hay mujeres que antes de ir a la calle, en vez de peinarse, se despeinan, y otras que  cuando salen  del tocador debían ponerse el cartelito de “Ojo, pinta”.

Con los pantalones a la cadera, la cubana ha perdido la figura. Hasta las flacas tienen ahora barriguita, que hacen más llamativa con ese arete que se cuelgan del ombligo. Hay barriguitas atractivas, por lo que insinúan. Y las hay de espanto, por el mismo motivo. Pero las dos se exhiben por igual.   Ya  hay pocas  caderas que valgan. El cuerpo se va haciendo recto, de una sola pieza, desde el pecho a las piernas. Hay mucho frente, pero poco fondo.   Cayó en el olvido aquella máxima  de que “para lucir, hay que sufrir”. Tan relegada con el corset y el brassier, las fajas y los cintos para hacer cintura en esta hora de una moda  cómoda y pragmática.   Cada vez queda más atrás la imagen de la “criollita”, de Wilson, uno de los productos más emblemáticos de la industria nacional y con la que muchos quisiéramos seguir identificando a la cubana.

LINIMENTO DE MURALLA

Mi antiguo compañero de estudios pretendía que yo le leyera un mecanuscrito de 80 cuartillas a un solo espacio. Le dije redondamente que carecía de tiempo para hacerlo. Ya lo sospechaba. Aun así estaba eufórico. Al reencontrarme se había topado, por carambola, con una especie de eslabón perdido que tal vez completara su lista de fiesteros. ¿Por qué no te incorporas a nuestro grupo? Vas a pasarlo bien.

            Pero nones. Ni modo. Me negué a que me cogiera para el trajín y a  convertirme en un número más en sus fiestas y “asaltos” con olor a linimento de muralla  y a bálsamo de veneno de serpiente para las fricciones contra el reumatismo.    Pasando del tú al usted,  para acentuar la solemnidad, le dije:

-Me perdonará por lo que voy a expresar. Yo a usted lo veo tan “matado” como usted debe estarme viendo a mí. La vejez y la juventud se pegan.  ¿Qué haría en una fiesta donde no vería más que mi propia edad en la cara de mis amigos?

           

           

             

             

             

           

   

           

                       

  

5 comentarios

Ricardo -

¿ABUELAS ESCLAVAS?

El 70% de las abuelas han cuidado o cuidan a sus nietos. El 22% de ellas lo hacen a diario como si fuera un trabajo fijo. Estos datos son de una encuesta de personas mayores del Instituto de Servicios Sociales de España.

Expertos de diversas universidades españolas reunidos en el I Congreso de Abuelos en Marcha (Abumar) celebrado en Madrid han expuesto la característica actual de los abuelos y abuelas de hoy.

Son personas con una mayor independencia económica, pero que no pueden desarrollar del todo una vida propia porque han de hacerse cargo de sus nietos. Afirman hacerlo con gusto, son felices de estar con sus nietos y no se perdonarían que sus hijas abandonasen sus trabajos por criar a los niños. Preguntadas si se sienten esclavas en alguna medida, responden que lo ven en otras, que son demasiado mayores. Algunas declararon que no se atreven a decir a sus hijas que no pueden con tanta carga

En una encuesta a las madres estas opinan que el trabajo de las abuelas es lo que mas les ayuda (26,7%) por encima de la ayuda de la pareja (24,7%). La doctora Carmen Triadó aportó el dato que algunas mujeres deciden tener menos hijos porque la abuela está lejos.

Un cálculo establece que existen unos ocho millones de abuelos en toda España. La dirección de la Asociación de Abuelos en Marcha pidieron soluciones a la Administración, sobre todo para aquellos que tienen que hacerse cargo completo de nietos porque sus padres han muerto o los han abandonado.

Ricardo -

VIEJITOS CACHONDOS

Por los años 80 se inició una modalidad de servicio social a los ancianos que consistía en proporcionarles viajes y estancias en balnearios y hoteles a precios muy bajos. Ellos pagaban la mitad y el organismo correspondiente del Estado, el Instituto de Servicios Sociales, la otra mitad.

La idea era genial, no entiendo como no se le ocurrió antes a ninguna lumbrera de nuestros gobernantes. Ellos, que tanto piensan en nosotros. Estos viajes se organizan en temporada baja, cuando el turismo masivo ha disminuido. De esta forma con dinero del Estado se mantenían unos puestos de trabajo en época de vacas flacas, creando así riqueza, y por otro lado se daba satisfacción merecida a viejitos que de otro modo no tendrían oportunidad de viajar. El huevo de Colón sin descubrir. Se mataban dos pájaros de un tiro.

La otra parte del cuento es que los viejitos empezaron a viajar y conocerse. Gente que antes ni sabía que existían. Entre tanta gente había matrimonios, pero también infinidad de viejitos solitarios: viudas y viudos.

Y aquí viene lo bueno de esta historia. Estos viejitos que se sentían solos encontraron a otros tan solos como ellos, se iniciaron amistades, simpatías personales y empezaron a formarse parejas.

Pero. ¡Ay! La dicha no es completa. La Ley de la Seguridad Social española establece que cuando una viuda se casa pierde la pensión de viudedad. ¿Qué hacer si las pensiones de los dos son pequeñas? ¿Merecía la pena arriesgarse y perder una pensión? Y los viejitos empezaron a pensar soluciones, ¡ya está! A grandes males grandes remedios. Los “viejos zorros” encontraron la solución idónea.

Los viejitos que en su día se habían tenido que casar obligatoriamente por la iglesia con todos los papeles en regla, empezaron a imitar……… ¡A sus nietos!! ¡Eureka!! Ya está. Si nuestros nietos viven arrejuntados la mar de bien, ¿por qué no podemos hacer nosotros lo mismo y así no perder la pensión de viuda? Dicho y hecho.

Por la ultra católica España empezaron a proliferar parejas de viejitos arrejuntados sin haber pasado por la iglesia ni por el juzgado. Algunos, los mas creyentes que no podían resistir esa vida de “pecado” fueron al cura y les expresaron sus temores. Los curas, imagínate tu, que el mas tonto hace relojes, encontraron otra solución. Mirad, tranquilos, vosotros venís tal día, a la iglesia, a la chita callando, yo os echo las “bendiciones” y tranquilos, esto queda entre nosotros cuatro, vosotros dos, yo, y el de Arriba, y aquí solo se entera Dios.

Cuando los Padres de la Patria se enteraron de tamaños desafueros empezaron a preocuparse. Los de la derecha porque unos viejitos vivían en pecado, ¡Dios mío! ¿Y si al viejito se le pone? ¿Y si a la viejita la puede la lascivia y sobreviene?… ¡La Coyunda! ¡Dios Bendito! A los de la izquierda le preocupaba porque todo el asunto era un tremendo despropósito que no tenía pies ni cabeza. Se pusieron a trabajar, cosa harto extraña, y que es de agradecer de tan inhabitual en unos señores más preocupados en mirarse su ombligo a ver que tal de redondo anda, que arreglar los problemas de los pedestres ciudadanos, finalmente encontraron una solución satisfactoria.

Desde hace unos cinco años si la memoria no me falla, modificaron la Ley para que cualquier viuda mayor de 61 años no pierda su pensión cuando se case. Cuando la viuda sea menor de esa edad, tampoco la perderá si entre los dos cónyuges las pensiones suman menos de 1000 euros al mes. Solucionado.

Hasta aquí una historia que bien empieza y bien acaba. Unos viejos que vivían solos y nadie hacía caso, encontraron compañía y alegría de vivir. Y como en los cuentos de princesas, terminamos diciendo que fueron felices y comieron perdices. Y colorín colorado este cuento se ha acabado.

Ricardo -

POBRES PENSIONISTAS RICOS

Hablaba hace unos días del tema de la gratuidad de la sanidad para los ancianos en España.

En principio a todos nos puede parecer lógico y justo que un pensionista no tenga que pagar por la consulta médica y por los medicamentos. Pero lo que parece tan justo a veces no lo es.

En España hay pensionistas de 500 euros al mes, a todos nos parece justo que no paguen los medicamentos, pero también hay pensionistas de 2600 euros al mes y esos tampoco pagan nada, y ya no me parece tan justo.

Lo voy a explicar un poco. La sanidad es gratis para pensionistas y trabajadores, para todos los españoles, pero mientras que los pensionistas no tienen que pagar los medicamentos recetados, los trabajadores tienen la obligación de pagar el 40% de su valor.

Aquí radica el agravio comparativo, mientras un trabajador que gana 1200 euros al mes, o menos aún, casado y con hijos tiene que pagar el 40% del valor de los medicamentos, el pensionista que gana 2600 euros no paga nada por el mero hecho de ser pensionista en vez de trabajador.

Medicamentos gratis, sí, pero a los pensionistas humildes, no a los que ganan 2600 euros.

Si allá en Cuba 2600 euros al mes es un capitalazo, no crean que aquí en España es moco de pavo, con esa cantidad vives como un Maharajá.

Ricardo -

LOS VIEJOS Y LOS POLITICOS
¿Quién dice que no se deben utilizar las palabras anciano o viejo? Anciano tiene el trasfondo de lo venerable y sabio. Viejo tiene el sabor de lo añejo destilado con paciencia. Ahora los papanatas de turno emplean la políticamente correcta “tercera edad”. Allá ellos y sus tonterías. No sabía que alguien fuera capaz de aumentar el grado de estupidez inventando la majadería “adulto mayor” ¡hay que ser cursí!

Puede que todo provenga de intentar darles la coba a los viejos. Los políticos son así de cobistas y de cursis. Los viejos son una fuerza temible y le dan coba. Ningún partido político, ni el PP ni el PSOE podrían gobernar sin sus votos. Ellos son los primeros que están en las colas de los colegios para depositar sus votos, puede que los jóvenes no acudan pero ellos son fijos llueve, truene o caigan chuzos de punta. Hay que tener cuidado con ellos, son muy peligrosos.

Ellos están muy bien cuidados por la cuenta que les trae a los políticos. Pero no me malinterpreten. La verdad se les quiere y se les respeta, pero es que además tienen a los políticos bien cogidos por los cataplines. Así que las dos cosas a la vez: se les quiere y se les teme.

Un político se puso a echar cuentas y calculó que los viejos iban mucho al médico y pedían muchos medicamentos porque todo es gratis. Claro los abuelitos cuando no les duele el brazo les duele la pierna y además se aburren así que van al medico, de paso platican un poco y como la consulta y los medicamentos son gratis, pues claro el país se gastaba una fortuna en sanidad. Y a este cerebro no se le ocurrió otra cosa que proponer que los viejitos pagaran un simbólico euro cada vez que fueran al medico y les diera una receta. Decía que eso no era nada gravoso para ellos y tendría la virtud de impedir a los abuelitos pidones que siempre están en el medico solicitando medicamentos innecesarios.

¡Joder la que se armó! Los abuelos pusieron el grito en el cielo, los responsables del partido olieron una catástrofe electoral. Así que ni cortos ni perezosos sacaron al deslenguado por las calles azotándolo sin piedad y cortándole la cabeza en la plaza pública y fin de la historia. Ya no se volvió a hablar más del tema.

Mientras los abuelitos sigan acudiendo los primeros de la cola a las ocho en punto de la mañana cada vez que hay elecciones nadie osará toserles. Ellos serán los que seguirán yendo a toserle al médico y a los que se les pongan por delante.

Ni “tercera edad” ni “adultos mayores” ni tonterías parecidas. Ancianos y viejos a mucha honra y además sabios.

Ricardo -

Lo malo de ser un temba no son los achaques, la caída del cabello y demás caídas, lo peor es como dice mi amigo Pepe, que las mujeres ya no te miran. Yo le contesto que es todavía peor que eso, las mujeres ya no nos ven.

Me queda al menos un consuelo y es que uno ha sido guapo de niño. Miro la foto del colegio con todos mis compañeros y me consuelo El que no se consuela es porque no quiere.

La verdad es que me alivia ver que yo era de los mas atractivos, me pregunto si los años han pasado por mí, ¿cómo estarán los feos?

Había algunos que eran feos hasta de niños, que mire usted que eso ya es difícil. Aquí no se cumple el dicho de Martí de que el niño más bonito es el de cada madre.

Había algunos que hasta les cantábamos aquella canción de Los Sirex : “Que se mueran los feos, que no quede ninguno.”

Había algunos que eran más feos que pegarle a una madre. ¿Cómo serán esos ahora? Para echarse a temblar. ¡No es fácil!