Gobernadores
Ciro Bianchi Ross
Ciento veintiocho gobernadores ejercieron el mando en Cuba durante la Colonia. De ellos, ocho ocuparon el cargo en dos ocasiones, y solo José Gutiérrez de la Concha y Blas Villate, Conde de Balmaceda, en tres, en tanto que otros l6 lo hicieron con carácter interino. Varios de esos gobernadores –tres por nuestra cuenta—fueron destituidos antes de concluir sus mandatos. De todos, los que permanecieron mayor tiempo al frente de los destinos de la Isla fueron Diego Velásquez de Cuellar (15ll-1524) y Salvador Muro y Salazar, Marqués de Someruelos, que también lo hizo a lo largo de 13 años a partir de 1799. El más breve, Diego Antonio de Manrique, llevaba 13 días en el poder cuando cayó fulminado por el vómito mientras inspeccionaba las obras en construcción de la fortaleza de La Cabaña. La fiebre amarilla, que no respetaba fortunas, rangos ni dignidades, se lo llevó de cuajo para convertirlo en uno de los nueve gobernadores que fallecieron en su puesto. De esos nueve, dos, Francisco de Carreño y Manuel de Salamanca y Negrete fueron envenenados, y Diego Velázquez murió de envidia.
DOS CUBANOS
Entre esos gobernadores hubo un Marqués de La Habana (el ya aludido Gutiérrez de la Concha) y un Marqués de Victoria de las Tunas (Luis de Prendergast) y hasta un Sancho de Alquízar, que dio nombre primero a un hato y luego a una ciudad.
De esos 128 gobernadores que a lo largo de 388 años mantuvieron la Isla en un puño, únicamente dos nacieron en Cuba, Juan Manuel Cajigal y Joaquín de Ezpeleta, en tanto que solo una mujer, Inés de Bobadilla, asumió la más alta autoridad, aunque de modo más formal que verdadero. Era la esposa de Hernando de Soto y lo sustituyó en el gobierno mientras que el afiebrado descubridor buscaba en la Florida,. sin éxito, la fuente de la eterna juventud.
Algunos de ellos llegaron a Cuba de capa caída, como Francisco de Carreño tras la derrota de la Armada Invencible. Para otros, el gobierno de la Isla fue el trampolín que les permitió el salto a más altas posiciones. Tal fue el caso de Francisco Cajigal de la Vega; de gobernador de Cuba pasó a virrey de Nueva España.
Un hombre como Miguel Tacón sobresalió por su autoritarismo, y por su cobardía e incapacidad frente al corsario francés Jacques de Sores se destacó Gonzalo Pérez de Angulo. Leopoldo O’Donnell y Gutiérrez de la Concha descollaron por su crueldad, aunque de todos ninguno fue tan cruel como Valeriano Weyler, Marqués de Tenerife.
VOLUNTARIOS
El gobierno de O’Donnell fue pródigo en derramamiento de sangre y en represiones brutales. Durante su periodo ocurrió, luego de los alzamientos de esclavos de Alcancía, Triunvirato y Ácana, la Conspiración de la Escalera, llamada así porque uno de los métodos de tormento consistía en atar al detenido a una escalera para hacerlo declarar al son del látigo. Muchos cubanos de altísima significación (Luz Caballero, Gener, Del Monte…) fueron involucrados en ella y su víctima más notable fue el poeta Gabriel de la Concepción Valdés (Plácido) fusilado en Matanzas, en 1844. Para que el gobierno de O’Donnell fuera aun más tristemente memorable, es en su periodo cuando pasan por la Isla los dos huracanes más desastrosos de los que se tuvo noticia durante la Colonia.
Con Concha (segundo mandato) surgen los odiosos voluntarios. Recién vuelto a Cuba ese funesto gobernante ocurre la muerte de José Antonio Castañeda, el aprehensor de Narciso López, a quien España había recompensado con un cargo de capitán. En el atardecer del 12 de octubre de 1854 se hallaba Castañeda en el café Marte y Belona cuando un disparo puso fin a su vida. Ese hecho exacerbó las pasiones ya desbordadas del elemento más españolizante y Concha, en respuesta, reorganizó las milicias disueltas por Pezuela, su antecesor. Se formaron así los batallones de voluntarios que tantas páginas de luto llenarían en la historia de Cuba.
SUELDO FABULOSO
Concha, sin embargo, ganó fama de débil entre los integristas. Cuando en 1850 sustituyó en el gobierno a Roncali con un sueldo de 50 000 pesos (32 000 más que su predecesor) condenó a muerte a Narciso López, de quien fue subordinado en el ejército español y dispuso el fusilamiento de 50 de sus hombres en las faldas del Castillo de Atarés. En su segundo mandato, Concha levantó el garrote para Pintó y Estrampes. Más de 50 muertes en el primer periodo y dos en el segundo… los voluntarios acusaron entonces al gobernador de hallarse en franca y lastimosa decadencia. Ese hombre, al que se colgaba el sambenito de débil, volvería a hacerse cargo del mando de la Isla entre abril de 1874 y marzo de 1875, precisamente en una etapa en que la insurrección llegaba a su apogeo.
Aunque no obtuvo grandes éxitos ante los mambises y sí en la mesa de juego d e la casa de la Condesa de Jibacoa, Concha no se dejó jamaquear por los voluntarios y al cesar en su tercer y último mandato los obligó a que lo despidieran con todos los honores. En su camino hacia el muelle, dice un testimoniante, iba tan despacio, con una actitud tan arrogante y metiendo de tal modo los ojos a los voluntarios formados en dos filas que aquello parecía un desafío mudo, mientras que, para que no quedara cabo suelto alguno, los cañones del Morro apuntaban hacia la ciudad.
Si el Marqués de La Habana era amargo como el acíbar cuando se le buscaban las cosquillas, el Marqués de Castell-Florit era, como su apellido, tan dulce que se lo comían las hormigas. En su segundo mandato (1869) Domingo Dulce buscó soluciones de paz y entendimiento con los insurrectos, lo que lo hizo entrar en contradicciones con los voluntarios. Estos, tras los sucesos del teatro Villanueva, se sintieron los verdaderos dueños de la situación ante un gobernador incapaz de poner coto a sus desmanes y pronto se creyeron con derecho a censurarlo. Dulce solicitó entonces su relevo y como los voluntarios le hicieran saber que no lo querían más en el cargo, salió de La Habana sin esperar a su sucesor.
EL PRIMERO Y EL ÚLTIMO
Diego Velásquez fue un hombre con mala suerte tanto en la vida pública como en la vida privada. Esperaba haberse hecho cargo de un territorio rico y no encontró aquí las riquezas deseadas. Trajo a su prometida, contrajo matrimonio con ella en Baracoa y enviudó seis días después de la boda. Todas las expediciones que organizó para expandir su poder e influencia en la Tierra Firme fracasaron y el triunfo de Hernán Cortés en México fue más de lo que pudo soportar.
Velásquez puso a Cortés al frente de aquella expedición. Cambió luego de parecer, pero ya era tarde. No le perdonaría la fama y riqueza que iba ganando frente a los aztecas ni el olvido en que lo sumía. Encomendó entonces a Pánfilo de Narváez la organización de otra expedición que castigaría a su antiguo subordinado, pero Cortés supo hacerse de parciales entre sus adversarios y Narváez tuvo que regresar a Cuba herido y casi solo mientras que el vencedor, con el refuerzo que constituyeron los hombres enviados en su contra, consolidaba su gloria. El éxito ajeno provocó en Velásquez una apoplejía y murió a consecuencia de ella en Santiago de Cuba, el 12 de junio de 1524.
Fue el primer gobernador español de la Isla, El último se llamó Adolfo Jiménez Castellanos. Había sustituido a Ramón Blanco y Erenas, Marqués de Peña Plata, y le correspondía resignar el poder español ante el ejército de ocupación norteamericano.
La ceremonia de traspaso de la soberanía tendría lugar en el Salón del Trono del Palacio de los Capitanes Generales. El general Brook representaría al gobierno de Estados Unidos, y José Miguel Gómez, Mario García Menocal, Mayía Rodríguez y Eugenio Sánchez Agramante, entre otros altos oficiales cubanos, asistirían como invitados. Minutos antes de las 12 meridiano entraron al recinto los comisionados. A las 12 en punto, al sonar el primero de los cañonazos con que las tropas españolas honraban su bandera, que se arriaba, Jiménez Castellanos saludó militarmente a sus contrarios y con los ojos arrasados en lágrimas anunció el cese de la soberanía de España sobre Cuba. Brook respondió su discurso y el jefe español abandonó el Palacio mientras que cañones norteamericanos con sus salvas saludaban la bandera de de su país que se izaba en el Morro.
Era el l de enero de 1899. Cuba había luchado 30 años por su independencia y había derrotado a España. Pero no era libre.
3 comentarios
Paloma -
Ricardo -
Me equivoqué Pánfilo de Narváez no se unió a Cortes en la conquista de Tenochititlan. Nada de eso. Ciro tenía razón y yo no. Lo siento. Toda la culpa la tiene el puñetero alemán ese, Alzeimer o como demonios se llame. Muchas veces viene a mi casa y me cambia las cosas de sitio, todo para joderme.
Ricardo -
Señor Ciro: Me puedo equivocar o me pueden equivocar los que así lo han escrito, pero creo que Panfilo de Narváez no regresó a Cuba, sino que se unió a Cortes, se quedó en Mexico y contribuyo a la conquista de Technotitlan. Estoy hablando de memoria.
Si empezamos a hablar de militares malos y canallas les ganamos por goleada, aquí había muchísimos mas, y como dice el refrán los últimos se colocarán los primeros, verbigracia, San Jurjo, Queipo, Mola, Yague, Franco y un largísimo etcétera., Ah, y por supuesto de los que estaban alla cuando volvían aca seguían jodiendo aquí.
Para soportar a militares canallas da igual ser español que cubano.